miércoles, 19 de enero de 2011

¿Quién puede fiarse de Abel?

Como tiene tanto tiempo libre, porque Abel Caballero no dedica ni un minuto al día a la gestión de la ciudad de Vigo, el señor alcalde se ha erigido en asesor de Julio Fernández Gayoso, presidente temporal de Novacaixagalicia. Ha sido precisamente en una de sus múltiples sesiones de asesoramiento cuando el señor alcalde le ha recomendado al veterano financiero: “ni se te ocurra prestar atención a quienes predican la bancarización y privatización de las cajas”.

No sé si ése es un sabio o un nefasto consejo, aunque procediendo de quien procede me inclino más por la segunda de las posibilidades. De lo que no cabe la menor duda, es que supone una deslealtad de un alcalde socialista hacia las tesis que defiende Zapatero y que secunda el PSdG-PSOE, según las manifestaciones públicas de su Secretario General Pachi Vázquez.

Esta patética contradicción entre el alcalde socialista y el partido que le aupó a ministro, que le permitió ser diputado, que lo presentó como candidato a la presidencia de la Xunta (con los perores resultados de la historia del socialismo gallego), y que ahora apuesta por él para que repita al frente de la lista en Vigo, demuestra la catadura moral del personaje. Si realmente estuviese pensando en los intereses de Vigo, y no en los suyos propios, sería más efectivo el gesto de grandeza de presentar su dimisión, de amenazar con retirar su candidatura, si Zapatero, Pachi y el socialismo gallego y nacional no rectifican respecto a la suerte que deben correr las cajas, en general, y Novacaixagalicia en particular.

Pero este señor dice una cosa en Vigo y dobla después la rodilla ante los designios de Pepe Blanco. Es un patriota de pacotilla, de papel periódico, e inmediatamente después de largar bravuconadas por esa boca, pliega velas, se la envaina, hablando en castellano de la calle, y donde dijo digo dice diego, en menos tiempo de lo que dura un caramelo a la puerta de un colegio.

Ése es quien quiere repetir como alcalde de los vigueses. Vendería a su padre, a su madre, a sus compañeros de partido, a sus concejales, a su ciudad, a su alma, a quien haga falta, con tal de alcanzar sus objetivos personales e intransferibles. ¿Quién puede fiarse de Abel? Esa es la cuestión durante los próximos meses.

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