jueves, 31 de marzo de 2011

Que se lo haga mirar


Con nocturnidad y alevosía, Abel Caballero ha vuelto a hacer una demostración de fotocopia barata de “reyezuelo sol” versión siglo XXI. Es verdad que todavía no se ha atrevido a decir “Vigo soy yo”, como el genuino Luís XIV se atrevió a decir “el Estado soy yo”, hasta que la burguesía francesa decidió arrebatárselo a sus descendientes, pero cada vez estoy más convencido de que en el fondo lo piensa.



La patética placa que colocó a escondidas en el nuevo Auditorio de todos los vigueses, ha sonrojado al mismísimo mar de Vigo que la contempla todos los días, al pobre Martín Codax, que se revuelve en sus cenizas y a cualquier demócrata que en estos últimos tiempos ha ido perdiendo la fe en los políticos. A mí, personalmente, me parece la lápida definitiva que puede cubrir los restos mortales políticos de un personaje cuya enfermedad terminal es él mismo.


En todo caso, es un síntoma inequívoco de que este señor no está en condiciones de sentarse frente a la mesa de trabajo de un alcalde, en una ciudad de 300 mil habitantes, sino más bien para tumbarse en el diván de uno de esos profesionales que tanto salen en las películas de Woody Allen, y, como se dice ahora, hacérselo mirar. Los centros psiquiátricos están llenos de señores que se creen Napoleón o una reencarnación del Rey Sol.

viernes, 25 de marzo de 2011

Un friki en la alcaldía


Si, es verdad. Me preocupa desde hace meses la posibilidad de que Abel Caballero vuelva a ser alcalde de Vigo. Es egocéntrico, mentiroso, prepotente, vanidoso, cínico, traidor, chantajista, desleal, hipócrita, practica el nepotismo, compra conciencias con el dinero de todos y va por la ciudad acojonando al personal, empresarios, sindicalistas, instituciones viguesas, asociaciones de vecinos, periodistas, parroquias como un matón convencido de que el poder de la alcaldía (que le han prestado los vigueses durante cuatro años), puede transformarse en un arma de destrucción masiva sociológica.

Me preocupa este individuo, porque le está sacando partido a la hermosa palabra democracia, pero la ignora y la desprecia en el seno interior de la asamblea local de su partido. Me repugna, porque ha instalado la mezquindad humana en el Concello, ha expandido el cainismo entre los vigueses, ha convertido en siervos sumisos a sus colaboradores, se ha transformado en un tirano friki de comic barato y, como economista, como gestor, ha dejado en evidencia a instituciones universitarias como Cambridge, que debe estar muy arrepentida de haberle otorgado el dichoso doctorado tan cacareado en su biografía.

¿Quién es, de verdad, Abel Caballero? Como alcalde, un vago que se ha limitado a terminar lo que ya habían iniciado sus antecesores, a despilfarrar los fondos del Plan E y a largar mentiras y promesas incumplibles o incumplidas en programas de emisoras de radio y televisiones pagados por todos los vigueses. Nada de lo poco que se ha hecho en la ciudad durante esta legislatura se ha gestado en su despacho, pero todo lo que se ha deshecho, tejido empresarial, puestos de trabajo, negocios comerciales, locales de restauración, actividades de autónomos, es consecuencia, en un elevado porcentaje, de un peculiar alcalde ocupado permanentemente en dar la nota y absolutamente indiferente a dar el callo.

Y no contento con tan nefasta hoja de servicios prestados a la ciudad, va el tipo y renuncia a la única virtud que no poseía por méritos propios, sino por méritos ajenos: el hecho de ser socialista. Se ha inventado el “Abelismo”, ha montando un Comité Central al más puro estilo del comunismo jurásico y ha pasado olímpicamente de la socialdemocracia vigues. Vale, tío.

Entre toda la tierra quemada que ha dejado el paso de Abel Caballero por la alcaldía de Vigo, lo más doloroso es el papelón que le ha obligado a hacer al diario decano de España. Podemos entender que el Faro intente desesperadamente que gane Caballero para seguir ordeñando la vaca de los presupuestos municipales. Lo que resulta incomprensible es que lo apueste todo a un individuo que en definitiva está de paso: la credibilidad de un medio de comunicación, el ridículo que hace cada vez que intenta ocultar informaciones a los vigueses, lo frikis que resultan sus prestigiosas páginas, cuando intentan convertir una mamarrachada del alcalde en una gesta sublime para la ciudad.

Todo es patético. Por donde ha pasado Abel, no crece la hierba, la democracia, el diálogo, la verdad, la libertad, la eficacia, la gestión, el empleo, la unión entre vigueses, la esperanza, las expectativas de futuro. Ni siquiera la ilusión de los socialistas de toda la vida. Se nos ha instalado un friki en la alcaldía de Vigo, y sólo tenemos una oportunidad para remediarlo: ahí ven o maio. Espero que para los vigueses haya mayo, un mayo de cambio y esperanza, y no siga siendo invierno como describía Curros Enríquez

martes, 22 de marzo de 2011

Bancarrota política



El alcalde va a inaugurar in extremis, en el último minuto hábil impuesto por la Junta Electoral Central, el Auditorio. Supongo que será el Auditorio de Vigo, aunque cada vez que he pasado por allí, durante su periodo de gestación, he dudado si no sería el Auditorio de la “Alcaldía”, a juzgar por la cantidad de carteles aludiendo a ése inédito y acaparador ente municipal.


En Vigo, desde hace más de un año, es que todo parece de la “Alcaldía”, como media España parecía últimamente de Nueva Rumasa, hasta que descubrimos que Ruíz Mateos utilizaba el dinero de los demás, con tan nefastas consecuencias, y hasta que lleguemos a la simple conclusión de que, la “Alcaldía”, que por una parte no sabe uno lo que es y por otra qué quieren ustedes que les diga, lo hace todo con la pasta del Estado, la pasta de la Xunta y la pasta de los vigueses.


Hacer cosas, auditorios, obras de adoquinado, rotondas, sobre todo si son necesarias, nunca forma parte de los méritos de un Concello, sino de sus obligaciones. ¡Faltaría más que con los fondos del Estado, los fondos de la Xunta, los Planes E y el endeudamiento local, estos señores del bigobierno municipal no hubiesen hecho nada! El problema son las cosas trascendentales para las personas que no se han hecho: el albergue para los sin techo, políticas imaginativas para fomentar el empleo o al menos impedir su destrucción masiva (les recuerdo que el todavía candidato Abel Caballero, nada menos que doctor en economía, tuvo la osadía electoral de prometer el pleno empleo), la intercesión ante el gobierno central para impedir ERES en Vigo y su área metropolitana, medidas municipales para paliar en lo posible el cierre en masa de comercios, la construcción de las 6.000 viviendas protegidas prometidas, el hospital cuya primera piedra iba a colocar el gobierno bipartito de la Xunta en 2009…En fin, cuestiones de esas que si ayudan a las personas a ser un poco menos infelices o un poco más felices, según se vea. Todas estas cuestiones anotadas en el debe del tándem Abel-Santi, nos dibuja un libro de contabilidad de gestión municipal que sólo nos permite hacer un diagnóstico objetivo: bancarrota política.


Queda claro que Abel Caballero, de mayor, quería ser el Paco Vázquez de Vigo. Pero es una evidencia que cualquier similitud entre ambos personajes es pura coincidencia. Reconozco que los dos son socialistas muy peculiares, pero me duele, como vigués, reconocer que Paco tuvo el don de camelarse a Fraga, a Felipe y Aznar en beneficio de A Coruña, mientras que Abel ha perjudicado a Vigo por su falta de persuasión con Touriño, con el abuso permanente de utilizar el nombre de Zapatero en vano y con su cruzada patriotera contra Núñez Feijóo. El patriotismo barato, sobre todo si es patriotismo chico y demagógico, es el refugio de los canallas. Y lo que es aún más grave, lo paga siempre la tropa, los ciudadanos, los vigueses.


La grandeza de gobernar una ciudad es poner los intereses de las personas que viven en ella por encima de los caprichos, la soberbia, los egos enfermizos y las estrategias electoralistas de un solo individuo. Lo mejor que se puede hacer con ése tipo de individualistas ególatras es botarles a casa. Con “b” de beneficio para la ciudad

jueves, 17 de marzo de 2011

Bota a Abel


Con la confusa normativa para la campaña electoral que regula la libertad de expresión en vísperas electorales, no se si alguna Junta electoral me puede llamar al orden. Pero como vigués me sale de dentro proclamar a los cuatro vientos de mi ciudad:


¡Bota a Abel!

Estoy conjugando el verbo botar, naturalmente, en su acepción de deshacerse de, librarse de, extirpar un tumor maligno en la convivencia de una ciudad. Estoy hablando del señor que va por ahí dando la mano floja, intentando hacer una mueca que se parezca a una sonrisa, que no te mira a la cara cuando te habla, que se pone colorado cuando dice alguna verdad (más que nada por falta de costumbre) y se queda impasible cuando dice una mentira (más que nada por su larga experiencia acumulada en esos menesteres)

Estoy hablando del ventrílocuo que hace hablar a sus muñecos municipales, los usa y después los tira a la basura como los clínex. Estoy hablando de un extorsionador de empresarios y responsables de instituciones locales que se han pasado toda esta legislatura escuchando una amenaza: ¡o estás conmigo o estás contra mí! Estoy hablando de un manipulador de trabajadores, de vigueses, de hombres y mujeres humildes que todavía viven con miedo al poder. Estoy hablando de un comprador de espacios de medios de comunicación con dinero público. Estoy hablando de un ser acomplejado que se escuda tras el poder otorgado por el pueblo para gobernar sin el pueblo. Estoy hablando de egolatría injustificada, enfermiza, que acaba poniendo a la ciudad al servicio de un alcalde sin la mínima posibilidad de que ése alcalde se ponga al servicio de la ciudad.

Estoy hablando, también, de un “tiranillo Banderas” con el que naturalmente no habría malgastado ni un gramo de su talento literario Valle Inclán, pero que practica la opresión, la censura, el despotismo, la dictadura, la persecución, el genocidio participativo con los compañeros de su mismo partido pertenecientes a los sectores críticos. Estoy hablando de un paciente que en vez de acudir a la consulta de un psicólogo prefiere practicar el psicoanálisis permanente en el despacho de una alcaldía. Estoy hablando, probablemente, del enemigo público número uno de los vigueses en general y de los que se sienten socialistas en particular, a quienes transmito mi más sentido pésame y toda mi admiración por intentar mantenerlo como alcalde a pesar de que lleve tanto tiempo revolviéndoles el estómago. Es posible que alguno de estos últimos, tras leer este post, me haga un reproche:

-¿Cómo voy a botarle, con “b”, si soy socialista?
-Pues por eso mismo, hombre. Para que siga siendo socialista y no le de vergüenza estar representado por ése ejemplar.

Los caballeros pasan; los partidos y las ideas permanecen. Y pocos casos, como este, demuestran la sabiduría de un pueblo que ha exclamado tantas veces: ¡no hay mal que por bien no venga! Abel puede ser pan para hoy para el socialismo vigués, pero desde luego es hambre, mucho hambre para el mañana….

Salvo que los miembros de las juntas electorales no anden fuertes en gramática, espero que esta b excluya este comentario del veto a pedir el boto.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Abelismo recurre a los panfletos


Si hubiera hecho gestión quizá ahora tendría argumentos. Si no hubiese caído en el enfermizo culto a sí mismo, en la soberbia curricular, en la mentira repetida mil veces, en las promesas incumplidas, en la crispación permanente, en la humillación a sus propios socios de gobierno, en un viguismo demagógico que atenta contra la inteligencia de los vigueses, basado en la división de los ciudadanos en vez de basarse en la imprescindible unión que hace la fuerza, quizá llegaría con mejores expectativas a este tramo final de una legislatura que acaba en mayo.

Pero Abel Caballero ha resultado un bluf. Un bluf como alcalde, como socialista, como defensor de la democracia interna en el PSOE vigués, como gestor de los 90 millones de euros del Plan E, como impulsor de medidas imaginativas para paliar la destrucción de empleo y el cierre de comercios, como cabeza visible de un programa único de gobierno que, al final, se ha convertido en dos, uno de la Alcaldía y otro de la Tenencia de Alcaldía, uno de Abel y otro de Santi, cada uno por su cuenta, cada loco con su tema, mientras la ciudad soportaba indefensa las embestidas de la crisis. Y, lo que es aún más grave en mi opinión y la de muchos que le padecen cotidianamente en el ámbito del partido, en el ámbito municipal y en el ámbito personal: es un bluf como persona.

Sin ningún argumento de peso del que echar mano, con el descrédito de espacios de periódico y programas de radio y televisión pagados con dinero de todos los vigueses, los discípulos poco aplicados de “Maquiavelo” que conforman el “Abelismo” (no confundir con el respetabilísimo socialismo), se aferran a una última estrategia a la desesperada: el diluvio de panfletos y libelos sobre los buzones de los vigueses. Nunca darán la cara, por supuesto, pero dejan en la ciudad la sospecha inevitable de que son sus manos las que manejan el mando a distancia.

A mí, en el fondo, me invade una extraña mezcla de repugnancia y compasión. ¿Cómo pueden caer tan bajo los seres humanos por su ególatra obsesión por el poder? ¿Cómo es posible que un señor que presume de doctorarse en Cambridge, mire para otro lado mientras algunas ratas de sus alcantarillas se cuelan en los buzones de Vigo? El primer problema de esa actitud es la nocturnidad y alevosía. El segundo, quizá más grave, es el objetivo miserable de intentar manipular, con difamaciones y mentiras, la libertad de pensamiento y de criterio de los ciudadanos soberanos en un sistema democrático.

El otro día aseguran que se oyó en una reunión de los “abelistas” una voz desesperada exclamando: ¡hay que ir a por todas! Y no van a reparar en gastos, en artimañas, en difamaciones, en manipulaciones de la justicia, en lo que haga falta, para intentar recoger una cosecha inmerecida sin haber sembrado la semilla de la gestión, de la eficacia, de la concordia y del gobierno para, por y con los ciudadanos. Ahora, por ejemplo, se dedican a intentar ganarse a los vigueses regalandonos cojines made in “Alcaldía”, cuando llevan casi cuatro años tocándonos los cojones, soportando un gobierno de coalición que ha estado rascándose los susodichos. Si no fuera para llorar, semejante payasada , ideada por algún “experto” en marcketing electoral, podría arrancarnos una sonrisa propia de las situaciones que provocan vergüenza ajena.

Yo ya me he encontrado un libelo de esos en el buzón de mi casa. Y reconozco que sólo me ha venido un pensamiento a la cabeza: ¿eso es todo lo que el Abelismo le puede ofrecer a los vigueses tras toda una legislatura…?

martes, 1 de marzo de 2011

Embargando a los más débiles


La alcaldía de Vigo sacaba pecho el otro día y presumía de haber embargado las cuentas corrientes de más de 29 mil vigueses que no habían pagado sus impuestos. Como ocurre siempre en estas ocasiones, habrá puristas que aplaudan semejante decisión, en una cultura en la que se conserva una cierta nostalgia inquisidora. Pero para una inmensa mayoría de vigueses, entre los que me encuentro, esta decisión nos revuelve algo el estómago.

En primer lugar, es muy significativo que la cifra se aproxime tanto al número de parados que hay en la ciudad, lo que induce a pensar que puede haber algunos pícaros que no quieran pagar las tasas y las multas municipales, de acuerdo, pero la inmensa mayoría de “proscritos” sencillamente no pueden pagar. Respecto a estos últimos, que con suerte apenas tendrán en el banco unos eurillos para ir tirando o incluso para ir comiendo o satisfaciendo sus necesidades más básicas, resulta aberrante que un gobierno que representa al socialismo les quite el pan y la escasa esperanza de supervivencia de la boca. De manera que no esperen de mí que aplauda un acto recaudatorio legal, desde el punto de vista administrativo, pero repulsivo desde una óptica humanística y social del gobierno de los ciudadanos.

Y luego está el agravante de una patética paradoja: una administración morosa, cuya tardanza en pagar a sus proveedores está destruyendo pequeñas y medianas empresas, comercios y autónomos que acaban tirando la toalla tras meses y meses esperando a que la administración municipal pague las deudas contraídas (que es una forma inequívoca de destruir empleo), se atreve a utilizar el embargo a los más débiles como paradigma de la insensibilidad y la falta de solidaridad de los gobernantes con los gobernados.

Sinceramente, si tras esta reflexión siguen aplaudiendo el mismo número de vigueses esa decisión insolidaria e implacable de su gobierno municipal, es cuestión de aconsejarles que se lo hagan ver. O padecen fanatismo crónico o tienen un grave problema de falta de empatía con el prójimo. Con parte de ése dinero van a pagar los autobuses que lleven gratuitamente a los aficionados a animar al Celta por esos campos de dios. Eso sí que resulta primordial, señor alcalde. Un servicio de primera necesidad.