lunes, 27 de diciembre de 2010

Humanizaciones inoportunas

Esos días navideños hemos dispuesto de más tiempo para recorrer las calles de Vigo. Rincones que la vorágine del trabajo y la actividad no nos habían permitido contemplar desde hace meses. La ciudad se le aparece a uno de repente como una conocida a la que le han sometido a una nueva operación de cirugía estética.

La primera impresión es que ha cambiado, con sus flores, sus piedras, sus retoques, sus jardineras, sus implantes, causándonos un efecto similar al que ya nos invadió cuando Corina Porro, la alcaldesa pionera en la política de humanizaciones de nuestras calles, nos presentó el nuevo rostro de Vigo. ¡Siempre resulta edificante que un alcalde entrante recoja el testigo de una alcaldesa saliente y continúe con las buenas iniciativas de su sucesora en el cargo! Sobre todo, si además de haber recibido una herencia ya consolidada se encuentra sobre la mesa proyectos muy avanzados para seguir por ése buen camino.

En ése aspecto me felicito, como vigués, de que el gobierno bipartito, aquel que en su periodo de oposición se burlaba de la anterior alcaldesa y la acusaba de haber llenado la ciudad de floreros, haya rectificado y haya convertido a las humanizaciones en el buque insignia de sus cuatro años de mandato. Es el reconocimiento, ante la opinión pública viguesa, de que Corina Porro había acertado en una política con proyección de futuro.

¿Dónde reside, sin embargo, mi perplejidad? Tras la primera grata impresión paseando por Coia, por Policarpo Sanz, Puerta del Sol, Príncipe, compartiendo con vigueses anónimos el orgullo de que nuestra ciudad haya aprendido a maquillarse, te asalta una reflexión que te sacude como un jarro de agua fría: ¿era el momento?. Desfilan por tu cabeza más 30 mil parados, 1.500 comerciantes que han tenido que cerrar sus negocios, autónomos pasándolas moradas, mayores angustiados con sus pensiones, dependientes preguntándose ¿qué hay de lo mío?, y regresas desde el país de las maravillas a la cruda realidad.

Qué buena idea tuvo Corina con las humanizaciones, cuánto es de agradecer que Abel Caballero haya adoptado una política continuista… Pero, ¿es una prioridad en estos momentos de crisis? Como yo pienso que una buena gestión está basada en una correcta política de prioridades, comprendan ustedes que me invadan dudas razonables. Decía Salón, uno de los siete Sabios de Grecia, que “la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”. No sé si ahora llegamos a siete sabios en Vigo, pero si hubiese alguno seguro que defendería con más pasión esa sentencia en estos tiempos de penumbra económica y social.

No es mi intención aguarle la fiesta a nadie, y no tengo nada en absoluto contra los hombres y mujeres que se someten a operaciones de cirugía estética. Pero, chico, cuando me dicen que algún prójimo se ha arruinado o se ha hipotecado para pagar los servicios de un cirujano plástico y estar más guapo, entonces, qué quieren que les diga: lo que me parece una apuesta libre y plausible en tiempos de vacas gordas, se me antoja una imperdonable frivolidad en tiempos de vacas flacas. Es posible que a Vigo lo estén dejando hermoso por fuera, pero por dentro, su gente, sus familias, sus parados, sus comerciantes, sus jóvenes, están hechos unos zorros. Lo que es una virtud en circunstancias favorables, se convierte en un error en circunstancias adversas. ¿Cuándo aprenderán los políticos a priorizar?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Faro fundido

Con todos los respetos para los animosos protagonistas de los comentarios que, en uno u otro sentido, apostillan las informaciones del Faro de Vigo on line, cada vez que me paseo por ése campo de batalla virtual acabo conmovido y defraudado.

Conmovido, cuando compruebo hasta que punto un ser humano es capaz de sacrificar el sentido común, la coherencia argumental, el respeto hacia sí mismo, con tal de contribuir a que “ganen los suyos”.

Defraudado, ante el papelón que hace todos los días este periódico de la ciudad, cuya única aportación a Vigo es su título como “decano de la prensa española”. Hoy mismo, por ejemplo, se limitaba a reproducir unas declaraciones del concejal de urbanismo de Vigo, un chaval que, a sus treinta y pocos años, no dudo que tenga conocimientos sobre la materia de la que es responsable municipal, pero que se salía por los cerros de Úbeda haciendo interpretaciones de competencias y rangos en materia judicial. Personalmente, me parece una imprudencia por parte de un concejal, pero allá él si le ciega la pasión, la devoción o la sumisión y se atreve a intentar manipular al poder judicial para arrimar el ascua a su sardina electoral.

Lo que no tiene un pase, por parte de Faro de Vigo, es que no complemente la información con un exhaustivo análisis de los posibles solapamientos jurídicos, las superioridades de rangos entre dos estamentos judiciales que intervienen en un mismo caso y si resulta factible que una resolución del Tribunal Superior de Justicia de Galicia pueda convertirse en mero papel mojado, como consecuencia de que estamentos judiciales de ámbito local hayan emitido un dictamen previo.

Me estoy refiriendo a la dichosa paralización de las obras del Puerto, y no voy a cometer la osadía de dar mi profana opinión sobre una cuestión que sobrepasa mis conocimientos. Pero, caray, un medio de comunicación, decano de la prensa nacional, sólo puede ser creíble si se dedica a la información de fondo, y no sólo a reproducir declaraciones. El asunto tiene suficiente calado como para que Faro de Vigo hubiese despejado ya las dudas en materia de competencia judicial que plantea este conflicto entre tribunales de distinto rango.

Como esta actitud del periódico en cuestión es permanente, me entran serías dudas sobre si está cumpliendo el papel que le corresponde en la sociedad. Podría sospechar que se dedica a tirar la piedra y esconder la mano, posibilidad que me dejaría francamente preocupado. Pero quizá sería peor la hipótesis de que no tenga profesionales preparados para profundizar en las informaciones que publica. Todo un decano de la prensa nacional, garantía del derecho de información de los ciudadanos, deja a sus lectores sumidos en una guerra cainita de comentarios, sin el mínimo rigor ni el mínimo pudor.

Se supone que un faro sirve para señalizar el buen camino a los navegantes. Este Faro de Vigo debe ser una excepción, porque guía a los vigueses contra las rocas. Debe estar fundido.

lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Sea usted un caballero!

Los tenaces detractores de Corina Porro o los holligan de Abel Caballero que, casualmente, suelen solapar ambas actitudes en los últimos meses, se aferran como a un clavo ardiendo a los informes de los técnicos municipales de urbanismo y las ordenanzas en esa materia, para que el Puerto de nuestra ciudad ni crezca, ni se desarrolle, ni acometa la mínima operación de cirugía estética mientras esté al frente la candidata a la alcaldía del Partido Popular. Ni comieron cuando el señor Caballero dirigió la Autoridad Portuaria, durante aquel escandaloso mandato en blanco, ni están dispuestos a dejar comer a Vigo, a los vigueses, ahora que la actual presidenta presenta una iniciativa tras otra para hacer más competitivo, en todos los ámbitos, un puerto que es la joya de la corona de la ciudad.

Con un sectarismo que debería sonrojar a cualquier ciudadano del siglo XXI, intentan que los vigueses contestemos a cada informe que emite un técnico municipal: ¡palabra de dios! Y si nos falla la fe, debilidad muy razonable si repasamos los muchos errores de técnicos municipales que se han producido en las últimas décadas (a las hemerotecas les remito), entonces acuden inmediatamente a las Ordenanzas que, como todo el mundo sabe, pueden prestarse a diversas y muy sutiles interpretaciones. Pero el camino entre un dictamen municipal y una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, es lo suficientemente largo y tortuoso para que unos ganen tiempo de aquí a las urnas, al margen de que la ciudad y sus habitantes pierdan mucho tiempo para hacer su Puerto más competitivo.

Este es el peligroso juego al que están sometiendo a los vigueses. No creo que nadie defienda la ilegalidad como herramienta para que la ciudad avance y prospere, pero tampoco concibo la posibilidad de que no haya una mayoría de vigueses preguntándose por qué el Ayuntamiento no se empeña en hallar urgentemente soluciones legales, en vez de estar obsesionado en ralentizar el despegue del Puerto escudriñando en las ordenanzas para hallar unos opinables obstáculos legales.

Personalmente, no lo comprendo. Porque los gobiernos municipales y los alcaldes pasan, pero la ciudad, los vigueses y su Puerto permanecen. Es posible que la alcaldía bien valga tanta zancadilla, como París bien valió una misa. Pero lo importante no es quién gana y con qué métodos gana una alcaldía, sino lo cara que le puede salir a la ciudad esa hipotética victoria. El Puerto, señores del bipartito, holligan fanáticos, puritanos de nuevo cuño, militantes del Abelsocialismo (no confundir con dignos y respetables militantes socialistas), no es de Corina Porro, sino de todos los vigueses y nuestras próximas generaciones. Y, francamente, con el pan, el progreso económico, la creación de empleo, el impulso a la exportación, el fomento del turismo, no se juega, señores.

Puedo comprender, teniendo en cuenta la condición humana, que el actual alcalde no se comporte como indica su apellido con su próxima rival en las urnas. Lo que me resulta incomprensible es que no se porte como un caballero con Vigo y los vigueses.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El caos bipartito

Un amable lector de este humilde cuaderno de Bitácora, me planteaba el otro día una duda respecto a lo que se puede hacer desde el Ayuntamiento de Vigo por el comercio y el empleo en la ciudad. Podría recurrir, para contestarle, al recurso fácil de recordarle que fue el propio Abel Caballero, cuando todavía era aspirante a la alcaldía, el que prometió el pleno empleo. Pero ya me he resignado a que los ciudadanos restemos importancia a las promesas incumplidas. Por lo visto, si eres vigués, y el cuerpo te pide votar a la izquierda, da igual que el actual alcalde haya vinculado su presentación como candidato en el 2011 a dos condiciones sine qua non que no se han producido: no se presentaría a las elecciones si el AVE no llegaba a Vigo en el 2012, y tampoco lo haría si la desaparecida Caixanova no permanecía en solitario en el mapa financiero gallego. No se van a dar ninguna de las circunstancias, como todo el mundo sabe. Pero, ya ven ustedes: él, se presenta. La mentira o la falta de palabra (como ustedes quieran definirlo), por lo visto no sale nada cara en política.

Como “soy vigués”, tal cual confieso con orgullo en la cabecera de este blog, creo que tengo derecho a plantearle a mis convecinos una pregunta para la reflexión: ¿podemos fiarnos los vigueses de un candidato que no cumple lo que promete? Allá cada uno con su conciencia.

Tras este preámbulo, que en mi opinión tiene su trascendencia, paso a contestar a mi amable y dubitativo interlocutor en la red:

Si de verdad el Ayuntamiento de una ciudad de 300 mil habitantes, a la espera de una “Carta de Ciudad” cuyo borrador anunció el actual alcalde en el 2008, no tiene capacidad para incidir en la creación de empleo y el mantenimiento del pequeño comercio de una ciudad, como apunta mi interlocutor, es que los ciudadanos hemos caído en un estado de resignación irreversible.

Por supuesto que los gobiernos municipales tienen algo que decir en políticas activas de empleo, protección al comercio e inducción al crecimiento económico de una urbe. Todo depende de la política presupuestaria, de la imaginación en la gestión y de una priorización de objetivos compartidos transaccionalmente por todas las concejalías implicadas. Lo que le ocurre al actual gobierno municipal vigués es que ha tirado la toalla. Lleva demasiado tiempo obsesionado con la inmediatez electoralista mediática, viviendo en el caos bipartito y renunciando a la gestión de fondo que habría permitido sentar las bases para la creación de empleo, la defensa del comercio y la recuperación económica de la ciudad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Abel I “El inaugurador”

Como los antiguos reyes absolutistas, el alcalde de nuestra ciudad se está ganando a pulso un adjetivo que lo va a dejar marcado en la historia de Vigo: el inaugurador. Es una pena que no haya sabido ganarse apelativos más ajustados a la época de crisis en la que vivimos: el sabio, el prudente, el gestor. Pero él ha decidido que este es el camino más corto para renovar la alcaldía. Le han calentado los oídos sus interesados aduladores y ha llegado a la conclusión de que, los vigueses, no están preocupados por el empleo, por la supervivencia de sus pequeños comercios, por el crecimiento económico, por el desempleo juvenil, por los eres y menudencias de esas que ni siquiera parecen despertar la preocupación de algún periódico local.

Ca. Lo que realmente les preocupa a mis vecinos es el asunto ya cerrado de las Caixas, un aeropuerto grande, ande o no ande, un banquito en su barrio, unas aceras coquetas o un auditorio para organizar conciertos que nos permitan no escuchar el coro de tristes lamentos de más de 30 mil parados, 1.500 comerciantes que han cerrado sus negocios, miles de trabajadores de Citroën con la espada de Damocles sobre sus cabezas, hogares en los que se acaban los subsidios de paro y peligran los 400 euros de ayuda a partir de febrero o estudiantes de una universidad que se ha convertido en una fábrica de cerebros para la exportación a mercados del resto del estado o del extranjero.

¿De verdad, en la Plaza del Rey, creen que los vigueses somos idiotas? Si el tiempo y las urnas le dan la razón a los cortesanos de Abel I “El inaugurador”, ¡el señor nos coja confesados a los vigueses!, sea cual sea nuestra edad, nuestra condición o nuestra ideología.

La verdad es que este señor ya prometía antes de ser alcalde. Empezó inaugurando maquetas y utópicos proyectos faraónicos, y ahora se dedica a inaugurar proyectos que ya habían dejado encarrilados en la anterior legislatura municipal, cuando las vacas aún eran gordas. El problema es que, ahora, las vacas no es que estén flacas, sino que están anoréxicas. Yo creo que hay que empezar a distinguir entre inauguraciones productivas, con retorno económico y laboral, e inauguraciones de cara a la galería a la caza y captura facilona del voto. Abel I “El inaugurador”, a bombo y platillo mediático, está insultando a la inteligencia práctica y emocional de los vigueses.

domingo, 12 de diciembre de 2010

En manos de un “socialisto”

El tiempo se le echa encima al actual alcalde de la ciudad. Por las calles a medio humanizar se pasean más de 30 mil parados, diez de cada cien vigueses, que matan el tiempo contando los miles de bajos comerciales en los que cuelgan siniestros epitafios: “cerrado”, “se traspasa”. “¡Si al menos fuese un auténtico socialista!”, te susurra al oído un crítico que lleva las siglas del PSOE marcadas en su ADN, “pero en realidad sólo es un socialisto”, añade, mientras disimula una sonrisilla malévola. No le perdonan sus tics dictatoriales, sus programas de radio y televisión al más puro estilo Chavez, su sumisión a Gayoso, ése representante de provincias del nefasto elenco de manipuladores fácticos del poder financiero. No le perdonan la desfachatez con la que ha suprimido la democracia interna del partido en Vigo. Luego, al final, te susurran con resignación cristiana: “pero no habrá más remedio que votarle”

Para los que creemos en esta ciudad, para los que admiramos lo que han hecho los vigueses durante tantas décadas, frases como esa le dejan abatido. Porque si por algo se ha distinguido esta ciudad, durante más de un siglo, es porque nunca se ha resignado a su suerte. Siempre ha buscado una alternativa, ha dado un cambio de timón oportuno y ha encontrado vientos más propicios.

Creo, sinceramente, que el “modelo Abel Caballero”, personal y, gracias a dios, intransferible, está caducado. Gobernar sólo de palabra, es una hipoteca para el presente y un desahucio seguro para el futuro. Sobre todo cuando las palabras y las promesas se las lleva siempre el viento y la ciudad corre serio peligro de seguir a la deriva. Ni el faraónico aeropuerto, ni el auditorio que espera inaugurar como niño con zapatos nuevos, ni las calles humanizadas en las que cada vez duermen más “sin techo”, ni el bosque encantado de cartelitos anunciándole al mundo: “alcaldía de Vigo”, pueden impedir que los vigueses contemplemos el funesto paisaje de problemas sociales, económicos, laborales que este señor ha ido acumulando para dejarnos en herencia. Diga lo que diga algún periódico, los vigueses tenemos ojos, y oídos y la suficiente inteligencia cerebral y emocional para saber que, el diagnóstico sobre la salud de la ciudad, nos mantiene al borde de ingresar en la UCI.

De aquí al mes de mayo, será interesante averiguar si una mayoría de ciudadanos de Vigo, sea cual sea el color de su carné, se ha convertido en masoquista. Si nos va la marcha y nos instalamos en la crisis o apostamos por el cambio para intentar evitar que la ciudad se quede encallada.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Abel Caballero y el teléfono II

En vez de llamar a tanto ministro, Caballero debería llamar uno por uno a los más de 30 mil parados que se pasean por sus calles en proceso de humanización. O, bueno, explicarle a cada uno de los 1.500 pequeños comerciantes que han cerrado, qué planes tiene para resucitar sus locales y el conjunto de la actividad comercial de Vigo. Ni tiene plan para el presente, ni tiene plan para el futuro de Vigo. Sólo tiene el teléfono que, según afirma, le une al poder socialista del Estado y, eso sí, un plan para salvarse a sí mismo. Lo siento por sus adeptos de buena fe y sus sicarios interesados: a este señor, Vigo y los vigueses se la fuma.

Abel Caballero y el teléfono I

Un día si y otro también, Abel Caballero se asoma a los medios de comunicación vigueses y nos anuncia que ya ha hablado él por teléfono con el Ministro de Fomento, con el vicepresidente Rubalcaba, con el mismísimo Zapatero y, algunas veces, incluso con Dios.

Reconozco que al principio me reconfortaba la idea de que el alcalde de nuestra ciudad tuviese línea directa con tan altas instancias del Estado. Pero, claro, entre llamada anunciada y llamada anunciada, llega un momento en el que te das cuenta de que nunca pasa nada, cada vez que el señor alcalde cuelga el teléfono. El AVE sigue perdido en algún lugar de la meseta, la Ciudad de la Justicia es una quimera, las castañas del fuego del hospital de Vigo nos las saca la Xunta, con Vulcano ha jugado Madrid a “hundir la flota”, y lo hemos mantenido a flote a puro millón de euros de los presupuestos gallegos, en viviendas de protección oficial se le ha quedado al señor Caballero el marcador como al Real Madrid en el Nou Camp: a cero. Y así sucesivamente, llamada tras llamada convenientemente aireada en la prensa, a cada una de las cuales le sucede siempre una frustración tras otra, de esas que ponen a prueba la paciencia de los vigueses.

Soy vigués, y debería tomarme muy a pecho este tipo de patrañas. Pero dadas las circunstancias y haciendo un análisis del peculiar personaje que tenemos al frente de la alcaldía, no queda más remedio que tomárselo con ironía. Puede que sea verdad que Abel Caballero hable con tanta frecuencia como dice con tan ilustres personajes. Pero, caray, evaluando los nefastos resultados, hay que llegar a alguna de estas conclusiones:

1.- Pepe Blanco, Rubalcaba, Zapatero y compañía deberían hacerse una urgente revisión de oídos. ¡Deben estar como una tapia!

2.- Abel caballero no les habla en realidad de Vigo y sus problemas. Se limita a preguntarles “que hay de lo mío”. Sobre todo si los vigueses deciden en mayo que a este señor sólo queda agradecerle los ¿servicios? Prestados.

3.- El gobierno municipal está tan empufado que no puede pagar las facturas telefónicas. Abel el fantástico llega a creerse que está hablando con los dioses del Olimpo, pero en realidad la línea está cortada.

4.- La hipótesis más sencilla: es posible que Abel intente hablar con ellos, pero es probable que “ellos” no se le pongan al teléfono.

De todas formas, si hablase tantas veces con Moncloa y los ministerios, si ocupa tanto tiempo haciendo inauguraciones cada metro cuadrado de humanización, si además tiene que acudir a televisiones y radios locales a cubrir sus espacios pagados, si de noche hace vudú con una fotografía de Corina Porro, si se pasa el día buscando la forma de parar obras portuarias, si va por ahí plantando letreros de “alcaldía de Vigo” casa por casa, si dedica unas horillas al día a diseñar panfletos para invadir nuestros buzones, si practica la ventriloquia con López Font, si es el niño en los bautizos, el novio en las bodas y el muerto en los entierros, ¿de dónde coño saca tiempo este hombre para dedicarlo a la gestión de Vigo?

La respuesta está en las calles, mis queridos convecinos. No hace gestión, no hace absolutamente nada, salvo llenar de humo las páginas y las ondas de los medios de comunicación vigueses.

martes, 7 de diciembre de 2010

¡Qué mal señor!

Por fin un puente de mal tiempo y no hacer nada. Tengo cinco minutos para sentarme junto al nuevo ordenador y retomar por escrito la batalla contra el desempleo.

Poco más de tres años después de haber accedido a la alcaldía de Vigo prometiendo el "pleno empleo", Abel Caballero se enfrenta a la tozuda realidad de más de 30 mil parados en la ciudad, mil quinientos comercios cerrados e inquietantes amenazas de ERES. Lo sangrante es que sólo ahora, que ve amenazado su "empleo", su alcaldía, empieza a preocuparse por el empleo de los demás. ¡Es una pena que Vigo tenga tan buenos vasallos teniendo al frente a tan pésimo y egocéntrico señor!

Mientras el alcalde lanzaba un emotivo sermón sobre el empleo, atracaba en el Puerto de Vigo, con el que colabora con tanta lealtad la alcaldía, un trastlántico que proporcionaba clientes, euros y alguna esperanza a la ciudad. ¡Obras son empleo y crecimiento económico, señor alcalde, y no buenas razonez oportunistas, electoralistas y vacías de contenido!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Vigo necesita gestión

Empiezo a pensar que el alcalde de nuestra ciudad no está en su sano juicio. Su invasión de carteles por toda la ciudad con su dichosa marca "alcaldía de Vigo"; su enfermiza obsesión por llamar a sus huestes a la guerra santa contra Corina; sus impúdicas declaraciones ; sus fantasiosos sermones televisivos y radiofónicos, pagados, por supuesto, intentan ser árboles que no nos dejen ver el bosque a los vigueses. La realidad es que este señor no ha hecho nada en esta ciudad. Su falta de gestión produce rubor; su ineficacia hipoteca nuestro presente y nuestro futuro; su falta de sensibilidad y soluciones para los parados y los pequeños comerciantes en quiebra le ponen a uno los pelos de punta.

De un proyecto socialista para la ciudad, ni habla. Él sólo habla de si mismo. Está convencido de que es una solución. Pero la realidad es tozuda. Y su falta de gestión, los índices de crispación, las cifras de paro, los comercios cerrados, las promesas incumplidas, el estado de pesimismo de los vigueses respecto a su futuro, demuestran con meridiana claridad que es uno de nuestros principales problemas. Si este señor amase realmente a esta ciudad, volvería a la universidad a enseñar teoría. Eso ha sido su paso por la alcadía: pura teoria y palabras vacías de contenido. Vigo necesita urgentemente gestión.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El gran hospital

Estos días hemos visto por fin avances en la construcción del gran hospital de Vigo. Me gustaría hablar sobre el falso debate entre la sanidad pública con inversión pública y la sanidad pública con la participación de capital privado para infraestructuras, que a mi juicio sólo tiene un corto recorrido de naturaleza electoralista y adhesiones de personas de buena fe manipuladas y personas que sitúan la ideología por encima del bien común. Está claro que los vigueses necesitamos un gran hospital, que sirva para paliar el problema de las listas de espera, y nos proporcione un mejor y más fluido servicio sanitario.

Es evidente que, recurriendo a la inversión privada para construir un hospital, se contrae una deuda. Pero, en las circunstancias actuales, para afrontar la costosa inversión de un hospital a cargo del dinero público, habría que endeudarse presupuestariamente. ¿Quién creen ustedes que le concede crédito a los gobiernos? Pues el capital privado, los fantasmagóricos fondos de inversión que están poniendo al borde del abismo a los propios estados. Casi prefiero verles las caras a los responsables del capital privado que nos pueden permitir levantar el gran hospital de Vigo.

La alternativa de los socialistas y los nacionalistas es una de estas dos: o retrasar la construcción del hospital hasta que el gobierno gallego pueda disponer de presupuestos para afrontar los costes, o permitir que la Xunta asuma un nuevo endeudamiento en los mercados internacionales. La primera de las opciones provocaría un caos en el servicio sanitario de Vigo y su área de influencia; la segunda, ya me dirán ustedes en que se diferencia a aceptarla inversión directa del capital privado. O acaso el PSdG y el BNG creen que los mercados internacionales no nos van a hacer pagar cara la deuda que pudiese contraer el gobierno gallego.

Lo que no hay es dinero. Que se lo pregunten a los gobiernos de Grecia, de Irlanda, de Portugal o al propio gobierno español. De manera que no queda más remedio que endeudarse de una u otra forma. Pero cuando se reclama inversión privada para poder poner en marcha un hospital indispensable para 600 mil gallegos, a esa deuda, ante la que se rasgan hipócritamente las vestiduras los dos partidos de la oposición, hay que ponerle un apellido justo: DEUDA SOCIAL. Cuando los gobiernos disponen de superávit, gastarse dinero en un mejor servicio sanitario público se considera gasto social. Cuando hay déficit, llegar a acuerdos con el capital privado para afrontar la construcción de un hospital de urgente necesidad para una parte de la sociedad, debería considerarse “deuda social”.

El bipartito se pasó casi cuatro años mareando la perdiz del hospital de Vigo, y ahora que la nueva Xunta del PP coge el toro por los cuernos y les proporciona a los vigueses lo que necesitan imperiosamente: el hospital, socialistas y nacionalistas encuentran un motivo de confrontación.

Yo sé que Vigo necesita el hospital. Y me siento orgulloso de que un gobierno de todos los gallegos, en vez de buscar disculpas en tiempos de penuria presupuestaria, haya buscado soluciones imaginativas para resolver un problema que no afrontó el gobierno Touriño-Quintana, con su opulencia presupuestaria y aquello que llamaban el reparto histórico de los presupuestos del Estado. Si Madrid nos daba tanto dinero, si las arcas gallegas estaban tan llenas, ¿qué hicieron con la pasta de todos los gallegos? Yo sé lo que no hicieron, entre otras muchas cosas: el imprescindible hospital de Vigo.