domingo, 12 de diciembre de 2010

En manos de un “socialisto”

El tiempo se le echa encima al actual alcalde de la ciudad. Por las calles a medio humanizar se pasean más de 30 mil parados, diez de cada cien vigueses, que matan el tiempo contando los miles de bajos comerciales en los que cuelgan siniestros epitafios: “cerrado”, “se traspasa”. “¡Si al menos fuese un auténtico socialista!”, te susurra al oído un crítico que lleva las siglas del PSOE marcadas en su ADN, “pero en realidad sólo es un socialisto”, añade, mientras disimula una sonrisilla malévola. No le perdonan sus tics dictatoriales, sus programas de radio y televisión al más puro estilo Chavez, su sumisión a Gayoso, ése representante de provincias del nefasto elenco de manipuladores fácticos del poder financiero. No le perdonan la desfachatez con la que ha suprimido la democracia interna del partido en Vigo. Luego, al final, te susurran con resignación cristiana: “pero no habrá más remedio que votarle”

Para los que creemos en esta ciudad, para los que admiramos lo que han hecho los vigueses durante tantas décadas, frases como esa le dejan abatido. Porque si por algo se ha distinguido esta ciudad, durante más de un siglo, es porque nunca se ha resignado a su suerte. Siempre ha buscado una alternativa, ha dado un cambio de timón oportuno y ha encontrado vientos más propicios.

Creo, sinceramente, que el “modelo Abel Caballero”, personal y, gracias a dios, intransferible, está caducado. Gobernar sólo de palabra, es una hipoteca para el presente y un desahucio seguro para el futuro. Sobre todo cuando las palabras y las promesas se las lleva siempre el viento y la ciudad corre serio peligro de seguir a la deriva. Ni el faraónico aeropuerto, ni el auditorio que espera inaugurar como niño con zapatos nuevos, ni las calles humanizadas en las que cada vez duermen más “sin techo”, ni el bosque encantado de cartelitos anunciándole al mundo: “alcaldía de Vigo”, pueden impedir que los vigueses contemplemos el funesto paisaje de problemas sociales, económicos, laborales que este señor ha ido acumulando para dejarnos en herencia. Diga lo que diga algún periódico, los vigueses tenemos ojos, y oídos y la suficiente inteligencia cerebral y emocional para saber que, el diagnóstico sobre la salud de la ciudad, nos mantiene al borde de ingresar en la UCI.

De aquí al mes de mayo, será interesante averiguar si una mayoría de ciudadanos de Vigo, sea cual sea el color de su carné, se ha convertido en masoquista. Si nos va la marcha y nos instalamos en la crisis o apostamos por el cambio para intentar evitar que la ciudad se quede encallada.

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