domingo, 24 de abril de 2011

Nerón y sus garrapatas


Reconozco que tenía serias dudas sobre las facultades mentales de Abel Caballero. Eran tantos los síntomas, tan evidentes, que decidí indagar en su historial clínico. Hasta que hace unos días tuve el disgusto de conocer a otro vigués como yo empeñado en revelarme el nombre y los apellidos del discípulo de Freud que intentó arreglar las “averías” del alcalde. La verdad es que le dije que no quería saberlo, pero que le agradecería que le dijese a ése galeno del coco, de mi parte, que tuviese la dignidad profesional de solicitar la jubilación anticipada. ¿Cómo se puede dejar suelto a un paciente en ése estado?

Desde ése día han cambiado muchas cosas. La foto de Abel Caballero ya no me revuelve el estómago, simplemente me despierta un sentimiento de inmensa compasión por él, por la familia que lo padece y por los vigueses de buena voluntad que viven convencidos de que su ciudad está en buenas manos. Inmediatamente después me invade la náusea pensando en los cómplices de ése drama humano. Las garrapatas que se le han pegado a éste pequeño Nerón que ya no sabe lo que hace. Su Carmela Silva, que va colocando familiares y amigos con cargo a las arcas municipales; su Font, que le ha cogido gusto a ser marioneta municipal y voz de su amo y, por su sumiso estatus actual, miente, calumnia, mata, si hace falta, como Belén Esteban por su hija; su Isaura Abelairas, maestra de profesión especializada en sostenibilidad personal, incapaz de resistir el síndrome de abstinencia si deja de salir en la foto; su pobre Cayetano Rodríguez, ¿cómo has podido caer tan bajo, Cayetano?, que ha preferido barco sin honra que honra sin barco.

Y luego están Pepe Blanco, Pachi Vázquez, socialistas de esos que saben perfectamente con quién se están jugando los cuartos y el futuro los vigueses, capaces de mirar descaradamente para otro lado. De Santi Domínguez, ya ni os hablo. Sabe que está en el lugar equivocado en el momento inoportuno, pero le deslumbra el coche oficial y la parafernalia del poder, ¿el poder, Santi?, y está decidido a darle a los vigueses gato por liebre, loco por cuerdo, cártel municipal envuelto en un simulacro de pacto de gobierno. Santi, Santi, ¿por qué has abandonado a los vigueses?

Sólo el sector crítico del socialismo vigués me permite de vez en cuando hacer una buena digestión. Habrá entre ellos motivos distintos y distantes, no lo dudo, pero nunca un fin tan beneficioso para el socialismo vigués y para los vigueses ha justificado los medios, por cierto democráticos, que han intentado utilizar para extirpar un tumor maligno municipal que puede traer consecuencias irreparables.

Confieso que contemplo el paisaje de Vigo de otra manera desde hace unos días, cuando me confirmaron que el coco del alcalde estaba gripado. Me viene constantemente a la cabeza el legendario Nerón pirómano, al que hemos convertido en el malo de la historia, y comprendo que los cómplices responsables de que Roma ardiera por los cuatro costados fueron en realidad sus manipuladores cortesanos, sus interesados colaboradores y un ejército de garrapatas humanas. Ahora sólo quedamos los vigueses para impedir que Vigo no acabe ardiendo mientras Abel entona una oda a sí mismo acompañándose de su lira mediática.

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