miércoles, 20 de abril de 2011

Sin AVE no hay paraíso


Esto del AVE que no llega lo vamos a pagar muy caro los vigueses. No hoy, no mañana, sino ése día fatídico, no sé en qué década, quizá de éste siglo, en el que aparezca al fin su morro por el horizonte y exclamen todos a una nuestros hijos, tal vez nuestros nietos: ¡demasiado tarde para llegar a tiempo a nuestra cita con la historia!

Esto del AVE de Pepe Blanco se nos ha puesto muy negro a los vigueses. No porque nos haga falta ahora mismo, en un momento en el que lo que nos corre más prisa es sacar a más de 31 mil personas de las listas de paro, a 2 mil comercios de la catalepsia, a centenares de PYMES de su estado de coma, a miles de familias del umbral de la pobreza, a centenares de sin techo de las garras de la intemperie, a miles de jóvenes de las cunetas de tantas carreteras que no conducen al futuro. Esto del AVE a Vigo que ha perdido sus alas en el Ministerio de Fomento, con el silencio cómplice del PSOE gallego y un Abel Caballero que prepara cada día una hilarante bienvenida, como aquella que preparaba Pepe Isbert en “Bienvenido mister Masrshall”, puede ser la puntilla cuando España recobre el aliento económico y Vigo permanezca en el andén esperando un “tren de alta velocidad” que avanza hacia nosotros a paso de tortuga burocrática, entre mentiras de papel periódico y “pactos del Obradoiro” firmados sobre papel mojado.

Entonces, cuando las cenizas políticas de Abel Caballero reposen bajo un cartel que rece: ALCALDÍA, serán muchos los vigueses que se acuerden del nombre de su señora madre que, probablemente, sería una santa, pero que jamás se hizo una idea del fruto de su vientre que había traído a éste mundo.

No importa, mientras esperamos el AVE que no llega podemos acudir al Auditorio, ésa copia cutre de pirámide de Egipto que se ha empeñado en okupar un faraón de pacotilla. Lo más entretenido no va a ser lo que podamos ver dentro, sino lo que podemos contemplar fuera: una placa conmemorativa que se va a convertir en el paradigma de la necia y esperpéntica egolatría humana.

Las augurios de los sacerdotes sobre el vuelo del AVE a Vigo, indican que los vigueses estamos bien jodidos. Sin AVE no habrá paraíso.

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